La psiquiatra española Tre Borràs ha constatado en su servicio un aumento de pacientes que han sido medicados con analgésicos opiáceos, como los parches calmantes, y han “generado adicción” al fentanilo. Dos testimonios de pacientes revelan que el tratamiento los hizo dependientes a las drogas sintéticas.
El galeno explicó en una nota publicada por la Vanguardia que empezó a recibir personas que llegaban tomando una dosis “bastante alta” de opiáceos. «En el 2018 se prescribía fentanilo a 1,8% de los pacientes a los que se trataba con opiáceos, en el 2022 la cifra subió a 14% según la encuesta Edades del Ministerio de Sanidad», dijo.
Hay que recordar que el fentanilo es un opiáceo muy adictivo y cincuenta veces más potente que la morfina que se usa como analgésico para combatir dolor de alta intensidad. Es el responsable además de generar una crisis sin precedentes en Estados Unidos.
«Narcís (nombre ficticio) tiene 68 años y empezó a tomar este opiáceo hace ocho meses para soportar los dolores causados en una pierna tras una mala cirugía que le cortó un nervio 20 años atrás. Pasó de uno a tres comprimidos diarios a tomar 15 al día”.
Comprobó que las pastillas son más adictivas que los parches, que también ha probado y con los que, al producir una liberación más progresiva, no necesita aumentar la dosis.
Inma Fernández también está enganchada y se considera “adicta” a los parches de fentanilo. A esta catalana de 44 años se los recetaron hace más de dos años para controlar el “insoportable” dolor lumbar crónico que le quedó por los tratamientos para superar un cáncer.
Empezó con 25 microgramos y llegó a 400 microgramos cada tres días. Se le acabó la dosis y empezó con temblores, vómitos, sudoración y dolor muscular: Tenía síndrome de abstinencia. Denunció su situación en TikTok y muchos pacientes le contaron que se encuentran en las mismas circunstancias.
El tratamiento más común actualmente para disminuir la dependencia es una reducción de la medicación para pasar a otras alternativas opiáceas de liberación lenta. Se intenta siempre personalizar las respuestas y pactar unos objetivos terapéuticos para reducir medicación.
«Los tratamientos farmacológicos para rehabilitarse de la adicción opiáceos recurren a metadona y buprenorfina. También generan dependencia a largo plazo, pero permiten mejorar el consumo, explicó Genís Oña, profesor asociado de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona e investigador de la Fundació ICEERS.
Hay otro grupo de pacientes que conviven con el dolor y que claman por que no se criminalice un medicamento que les ayuda a tener tregua y poder sobrellevar sus patologías.
Es el caso de la vallisoletana Leonor Pérez de la Vega, que tiene una neuralgia que le obliga a tomar entre 10 y 15 pastillas de medicamentos a diario. “Tenemos miedo a que nos quiten la medicación. A que nos estigmaticen”.
Su dolencia le causa una sensación constante de “tener un cuchillo ardiendo en el maxilar”. Pesa 45 kilos a pesar de medir 1,69 porque comer es un “suplicio”. Uno de los últimos brotes de dolor que la ha tumbado fue al intentar comer un trozo de manzana cruda. Por ello, pide que no se criminalice un fármaco necesario para personas que como ella conviven con un dolor insoportable. “No lo tomamos por placer”, reivindica.