El ministerio de Defensa ruso admitió la muerte de 89 de sus soldados por un ataque ucraniano en Makiivka y aseguró que la geolocalización del batallón fue posible debido al rastreo de la señal de los teléfonos celulares de los uniformados.
Esto, a pesar de que encender los teléfonos y su uso estaba completamente prohibido en el centro militar ubicado en Óblast de Donetsk, en el este Ucrania.
Según la versión de Moscú, el día de Año Nuevo, se dispararon desde Ucrania seis cohetes Himars, dos fueron derribados, los cuales destruyeron parte de una escuela “vocacional” militar. El comandante adjunto del régimen, el coronel Bachurin, figuró entre los muertos, dijo el ministro de Defensa en un comunicado.
También fue alcanzado el almacén de municiones del lugar que quedó en escombros según la prensa local.
Algunos medios han anunciado muy sutilmente –por la censura estatal- que algunas familias de los soldados fallecidos se están organizando, solicitando información y financiación colectiva para el sepelio y sus sobrevivientes.
Además, muchos culpan a los altos oficiales por el incidente y están escépticos ante la respuesta gubernamental.
No es un dato menor que el vicepresidente del parlamento local de Moscú, Andrei Medvedev, dijo que era predecible que se culpara a los soldados en lugar del comandante que tomó la decisión original de poner a tantos de ellos en un solo lugar.
Analistas consideran que la afirmación del Ministerio de Defensa de que se castigará a los funcionarios responsables solo busca calmar la ira pública y desviar las posibles críticas al presidente Putin.
Otra persona considerada cercana al Kremlin, Margarita Simonyan, máxima responsable del canal RT, reclamó públicamente nombres y responsabilidades por el desastre de Makiivka.