El disfraz es uno de los elementos característicos de las celebraciones del carnaval, sin embargo su origen no es del todo claro.
Uno de los hitos más antiguos data de la era del imperio romano, cuando hacían las famosas fiestas “saturnales” en las que celebraban el final de los trabajos del campo, la llegada del invierno y el descanso hasta la primavera.
En estas fiestas, que duraban tres días consecutivos, los romanos acostumbraban a disfrazarse para mitigar el pudor y desinhibirse, por lo que se puede establecer que, después de la creación de los Estados-Nación, Italia fue uno de los países pioneros en el uso de disfraces asociados a una celebración.
Aunque el disfraz también tuvo connotaciones mágico-religiosas en ciertos ritos griegos y egipcios, para rendir homenaje a las deidades o participar en ceremonias o rituales. De hecho, las palabras ‘persona’ y ‘personalidad’ provienen del término griego ‘prósopon’ que significa ‘máscara teatral’.
En la edad media, con la expansión del cristianismo, la palabra Carnaval se hizo más popular, y se considera una fiesta pagana porque no forma parte de las celebraciones cristianas. Sin embargo, es la cuenta regresiva de los cuarenta días para conmemorar la Semana Santa, que rememora la muerte y resurrección de Cristo.
Por tal razón, en el preludio de la cuaresma, entregarse al pecado antes de consumar una de las festividades más importantes del cristianismo, era toda una tentación, y las máscaras jugaron un rol importante para salvaguardar el anonimato de los protagonistas.
También el significado etimológico de la palabra Carnaval, nos da algunas luces. Proviene del término italiano carnevale, y este a su vez del latín carnem levare, cuyo significado es carnem (carne) y levare (quitar): quitar la carne.
Y era precisamente lo que pasaba en esas celebraciones “descarnadas”, en las que casi todo estaba permitido.
En Alemania, por ejemplo, aparecieron máscaras en carnaval pero no para ocultarse, sino para representar piezas burlescas y pretenciosas que criticaran el orden establecido, tanto político como religioso.
“Disfrazarse era una forma de desinhibirse de la rutina y liberar tensiones”, apunta Héctor Galván, psicólogo clínico.
De hecho, los expertos concuerdan en que disfrazarse trae grandes beneficios, porque se liberan aristas de la personalidad que de otra forma permanecerían reprimidas.
Finalmente, dentro del carnaval, no existe un orden establecido con respecto al modo y la forma de disfrazarse, aunque los carnavales más famosos, como los de Río de Janeiro y los de Oruro, precisan un código de disfraz asociado a un motivo, cada quien tiene la libertad de mimetizarse en el personaje que más le interese.
El carnaval es una época para que los sueños lúcidos se hagan realidad al ritmo de la música y al compás de la marcha de las comparsas. Hay personas que mantienen en cautiverio su personalidad bajo la máscara de los convencionalismos sociales, y hay otros que simplemente se la quitaron.
Con disfraz o sin disfraz, lo importante es disfrutar del carnaval.