A muchos les ha pasado que se esfuerzan extra por conseguir algo, y sin embargo no sale como esperan y los objetivos no se cumplen. Pues eso tiene una explicación y se llama Ley del Esfuerzo Invertido.
El escritor y filósofo Aldous Huxley nombró a este fenómeno por primera vez, y aunque parezca contradictorio, a veces se fracaso por un esfuerzo desmedido que se pone a las cosas.
Eso no significa que no haya que hacer nada o que haya que tomar una actitud pasiva frente a la vida, sino que a veces cuando se intenta mejorar algo a fuerza de voluntad, más se complica.
Los taoístas lo habían descrito como «wu wei», que traduce «acción sin esfuerzo», que se refiere a cuando se deja de forcejear y se aprende a esperar y observar, se ve con mayor claridad que hay fuerzas externas que superan al ser humana en ciertas situaciones.
Es decir, hay que dejarse llevar por la corriente y solo obrar en el momento indicado y con las medidas correctas para llegar al destino deseado.
Al momento de actuar de forma desaforada se corre el riesgo de que cada paso se convierta en un posible error, y la emoción del ego, pueden guiar las decisiones más que el juicio de la razón.
«La pericia y sus resultados solo la consiguen aquellos que aprendieron el paradójico arte de hacer y no hacer», apuntó Huxley.
Aunque aclaró que el que se tiene que relajar es el «yo personal consciente» al que describió como «una pequeña isla en medio de una enorme área de consciencia». Ese es el «yo» que se esfuerza demasiado, y el que cree que lo sabe todo.
Sin embargo, el investigador refiere a que hay un «yo» más profundo con conocimientos y habilidades que hacen posible que se pueda ser. En algún momento se le llamo «el alma vegetativa» que es algo que se hereda y que hace cosas como la digestión o la regulación de los latidos del corazón.
Aparte hay otro yo interno que funciona de manera diferente a la instintiva y que llamó «actos de inteligencia ad-hoc» que son actos que nunca realizó la persona en su historia biológica, y que, sin embargo, hace con eficacia extraordinaria sin que el «yo consciente» tenga la mejor idea de cómo lo hace. Por ejemplo, un bebé que imita un gesto que hace un adulto y que nunca intentó copiar antes.
Así, hay otros «yoes» que son parte de lo que es cada persona, más allá de ese «yo» que muchos llaman «nosotros mismos», que responde a nombres, que se ocupa de sus asuntos y tiene la costumbre de imaginarse a sí mismo como absoluto en algún sentido.
Es por ello que cuando se insiste en el esfuerzo por hacer algo que no se está logrando, el «yo superficial» eclipsa todos los otros poderes de «yoes» más profundos y más amplios. Si la persona se relaja, llega el brillo.
«Siempre tenemos que aprender este arte paradójico de combinar la máxima relajación del yo superficial, con la máxima actividad de los no-yoes, que llevamos con nosotros y que nos dan nuestro ser, en realidad», señaló Huxley.
Para el investigador el objetivo de todas las actividades de la vida es no impedir que salga la propia luz, pero sin renunciar al yo consciente personal.
«No podemos simplemente irnos a dormir y esperar que todo suceda, sino permitir que brote la sabiduría del yo profundo y, al mismo tiempo, dejar que el yo consciente la organice de una manera que sea útil para nosotros y los demás”, puntualizó.
La Ley del Esfuerzo Inverso es valiosa en momentos en los que la persona no para de moverse, pero siente que no avanza, y eso puede llevar a un círculo vicioso en el que se siente mal por no hacer lo suficiente.
Sin embargo, los psicólogos advirtieron que esa presión solo sirve para añadir más estrés y obstruir el camino.
Esta ley no es sinónimo de resignación ni invita a la pasividad, más bien estimula la reflexión y motiva a detenerse para valorar las circunstancias y asumir la mejor actitud posible.
Obsesionarse con todo lo que hay que hacer o con lo malo que pueda pasar no ayuda, pero tomar distancia psicológica y darse tiempo para respirar, sí.