¿Qué son las “tribus digitales de desinformación?”

Cortesía: semana.com

Las tribus digitales son los grupos de personas en redes sociales que tienen un gusto compartido: para la misma música, el cine o una misma creencia religiosa, entre otros, explica el asesor de medios Jean-François Fogel, maestro y miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo, en el libro El periodismo ante la Desinformación.

En el ámbito de esos grupos, existen unos cuya característica principal es producir y reproducir desinformación. Es decir, contenidos con información errónea y perjudicial para dañar a personas, instituciones, organizaciones o países.

Recalca Fogel que los integrantes pueden estar conscientes o no, pero los creadores de dichos contenidos sí están al tanto, y lo hacen deliberadamente.

“La desinformación no es una artesanía sino una industria pesada y muy potente”, opina el autor.

Esos contenidos se enmarcan en la llamada post verdad, como se conoce a la distorsión deliberada de la realidad para manipular creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en las actitudes sociales.

Explica que la desinformación comenzó en 1920 con información estatal que mentía sobre sus países enemigos. Luego, tuvo mayor fuerza durante la Guerra Fría.

Aunque el fenómeno de la elaboración y difusión de contenido manipulado no es nuevo, sí ha cobrado más importancia los últimos años con la masificación de las plataformas digitales.

“Su presencia se instaló con fuerza en 2016 durante la elección presidencial en EEUU y que terminó con la victoria de Donal Trump. Él demostró que se puede hacer comunicación sin la verdad como algo imprescindible”, analiza Fogel.

Asegura que hay tres acciones principales que se buscan al lanzar una ofensiva de desinformación en redes sociales: modificar o influenciar la opinión pública, modificar la agenda política y promover nuevas ideas.

Llama la atención que ahora la desinformación no es solo un negocio para aquellos que la usan como herramienta política directa, sino para muchas agencias o grupos que se dedican a ofrecer servicios de desinformación, para medios u organizaciones que se dedican a certificar contenidos acertados (fact-checking) y también para investigadores que estudian la desinformación y buscan soluciones.

Ante este panorama, es importante el papel activo de los lectores, usuarios, o receptores de mensajes: el análisis crítico que permita la búsqueda y difusión de información verificada y verificable, pues los efectos psicológicos de este tipo de noticias falsas sobre la psique de las personas, es objeto de múltiples estudios psicológicos.

Redacción
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