Ángel Garza es asistente médico en la ciudad de Uvalde, Texas, y el 24 de mayo del 2022 recibió una llamada de emergencia sobre un tiroteo masivo en la Escuela Primaria Robb. Los nervios se multiplicaron de golpe, era la misma institución a la que asistía su hija Amerie Jo Garza, de 10 años.
Corrió desesperado y en medio del caos, se topó con una pequeña niña cubierta de sangre de los pies a la cabeza. Gritaba que estaba bien, pero “estaba histérica” dijo el hombre. Habían asesinado a su mejor amiga, a quien trató de ayudar sin éxito. “¿Cómo se llamaba tu mejor amiga?” le dijo Ángel, y la pequeña respondió “Amerie”.
Así se enteró este hombre de que su pequeña hija era una de las víctimas de la masacre que dejó 19 niños y dos adultos muertos, además de 21 heridos. Su voz se corta en pleno relato con la cadena de televisión estadounidense CNN, se encoge de hombros mientras abraza con fuerzas un retrato de Amerie, y se pregunta por enésima vez por qué alguien le dispararía a una niña de 10 años. No tenía ningún sentido.
La desgarradora historia de la familia Garza no es la única en Estados Unidos. Miles de padres han perdido a sus hijos en tiroteos masivos, y prácticamente el resto vive con el temor permanente de que sus pequeños sean los próximos en la línea de fuego.
De hecho, según la ONG Gun Violence Archive, que recoge estadísticas desde el 2014, el año 2022 pasó a la historia como el periodo en el que más niños y adolescentes murieron en este tipo de hechos: en total 1.637 menores de edad fueron asesinados.
Lamentablemente la curva va en ascenso, y en 2023 la situación está lejos de mejorar. La misma organización no gubernamental señala que hasta este 3 de abril se habían registrado 136 tiroteos masivos en Estados Unidos, en los que habían muerto 62 niños y 367 adolescentes, para un total de 429 menores de edad fallecidos en poco más de tres meses.
Una historia de balas no tan reciente
A pesar de que las cifras de 2022 y lo que va de 2023 son escandalosas, la pandemia de la violencia, en particular en las escuelas y centros educativos, no es un tema nuevo en el país norteamericano, y el primer registro data de hace casi 60 años, como refiere la BBC de Londres.
El 1 de agosto de 1966 Charles Whitman, un estudiante de ingeniería con entrenamiento de francotirador, disparó desde la torre del reloj de la Universidad de Texas, y mató a 17 personas e hirió a más de 30, en una hora y media de terror que marcó el inicio de un término que luego se haría común: tiroteo masivo.
Sin embargo fue la masacre de la escuela primaria Sandy Hook en Newtown, Connecticut, ocurrida el 14 de diciembre de 2012, la más mortífera para la población de niños y adolescentes.
Allí, Adam Lanza, de 20 años, asesinó a 20 niños y siete adultos, incluída su madre Nancy Lanza de 52 años, a quien mató mientras dormía. Los niños asesinados tenían seis y siete años.
Casi igual de mortífero fue el tiroteo masivo ocurrido en Uvalde, Texas el pasado 24 de mayo, en el que murieron Amerie Garza, y otros 18 niños de entre 9 y 11 años de edad, además de dos adultos. La tragedia inundó de tristeza los corazones de los habitantes de un pequeño pueblo, con gran población latina.
El último caso de menores en la línea de fuego es, tristemente, demasiado reciente. El pasado 28 de marzo, Audrey Hale, de 28 años, ingresó a la escuela cristiana Covenant de Nashville, en Tennessee, en donde asesinó a seis personas, entre ellos tres niños de tan solo nueve años de edad.
Los pequeños fallecidos fueron Evelyn Dieckhaus, Hallie Scruggs y William Kinney. Se supo luego que Hallie era la hija del pastor de la iglesia, y que Evelyn se había puesto a sí misma en riesgo para activar la alarma contra incendios y salvar a sus compañeros.
El permanente temor de los padres
“Ahora muéstrame cómo utilizas tu mochila antibalas… ¿ok?” le dice una madre a su hijo de cinco años, en un video que se hizo viral en el mes de agosto de 2022, después de la masacre de Uvalde.
La mujer pretendía enseñarle a su hijo como reaccionar frente a un tiroteo, equipado con información sobre a dónde huir, qué hacer y cómo usar una mochila blindada con motivo de Spiderman, que le da un toque tristemente inverosímil a la escena.
Una investigación realizada en el año 2019 por la Asociación Americana de Psicología (American Psychological Association, APA), señala que no se trata de un temor poco común de los padres en el país del norte.
La encuesta reveló que “más de tres cuartos de los adultos (79%) en los Estados Unidos afirman que sienten estrés como resultado de la posibilidad de un tiroteo masivo. Además, muchos adultos reportan que están cambiando de conducta a consecuencia del miedo a las masacres con armas de fuego” señala el documento publicado en la página oficial de la asociación.
Igualmente destaca que “cerca de uno de cada tres adultos (32%) siente que no pueden salir a alguna parte sin preocuparse por ser víctimas de una balacera; mientras que aproximadamente el mismo porcentaje (33%) afirma que el miedo les impide asistir a ciertos lugares y eventos. Además, cerca de un cuarto (24%) de los adultos reporta cambios en sus vidas a causa del miedo a los tiroteos”.
“Las masacres con armas de fuego son un problema de salud pública, y es necesario que adoptemos un método integral de salud pública para comprender e idear soluciones políticas duraderas” opinó Arthur C. Evans Jr., PhD, director ejecutivo de APA.
Mientras se esperan soluciones que no terminan de llegar, la lista de niños y adolescentes asesinados en medio de tiroteos masivos no para de crecer, al igual que la de los padres que le dicen adiós a sus hijos camino a la escuela, con la esperanza de que algún día las mochilas antibalas de Spiderman, vuelvan a ser absurdas.
