Este sábado el actor estadounidense, Tom Hanks, aseguró que tras la llegada de la inteligencia artificial (IA) se extendió en el mundo un debate intenso sobre los derechos de propiedad intelectual, así lo dijo en The Adam Buxton Podcast.
«Puedo decirles que se están celebrando debates en todos los gremios, todas las agencias y todos los bufetes de abogados para encontrar las ramificaciones legales de que mi cara y mi voz y las de todos los demás sean nuestra propiedad intelectual», afirmó.
Hanks había señalado que tras su muerte, su imagen seguirá presente en el celuloide gracias a los avances logrados por la IA.
A raíz de esta afirmación surgió la pregunta sobre la tenencia de la propiedad intelectual en los contenidos generados por las máquinas.
La forma en que las distintas legislaciones aborden los nuevos tipos de procesos creatividos, impulsados por las máquinas podría tener implicaciones comerciales de gran alcance.
La IA ya se está usando para generar obras musicales, escritas, gráficas, entre otras, que son de dominio público y cualquier persona podría hacer uso y usufructo de ella.
Por ejemplo, El nuevo Rembrandt es una pintura generada por computadora e impresa en 3D, que ha sido desarrollada por un algoritmo de reconocimiento facial que durante 18 meses analizó los datos de 346 pinturas conocidas del pintor neerlandés.
En Estados Unidos la Oficina de Derecho de Autor declaró que “registrará una obra original de autoría, siempre que la obra haya sido creada por el ser humano”. Entonces, ¿a quién se le atribuye la creación del nuevo Rembrandt?.
Por su parte, en Europa el derecho de autor solo se aplica a las obras originales y que la originalidad debe reflejar la “creación intelectual propia del autor”.
Sin embargo, en la legislación de Hong Kong, la India, Irlanda, Nueva Zelandia y el Reino Unido “una obra literaria, dramática, musical o artística generada por computadora, se considerará que el autor es la persona que realiza los arreglos necesarios para la creación de la obra”.
El futuro no parece promisorio para los artistas, ya que es probable que las cosas se vuelvan aún más complejas a medida que se generalice el uso de la inteligencia artificial.
La lucha entre artistas y máquinas para producir mejores obras creativas es una contienda asimétrica, ya que la IA se nutre de todo el cúmulo de información contenido en la red que transforma datos en arte.