La bióloga brasilera Neiva Guedes logró que el guacamayo azul dejara de estar en peligro de extinción gracias a una técnica con nidos artificiales. Cuando comenzó su tarea de investigación y conservación, eran 1500 ejemplares y hoy ya son 5.000 solo en el Mato Grosso.
La población aumenta a 6.500, si se incluyen los que habitan en las regiones cercanas.
Para hacerle frente al avance de la destrucción del hábitat que obstaculiza su reproducción ha dedicado treinta años de trabajo en el gran humedal Mato Grosso del Sur, publicó la agenca argentina Telam.
Explicó que los nidos artificiales son cajas de madera con una abertura, que pueden estar activos hasta 30 años y junto con un anillo metálico se fija al tronco. Eso desalienta la irrupción de monos y otras especies arborícolas, potenciales predadores del guacamayo.
También se recuperan nidos naturales deteriorados y el ave vuelve a usarlos. Esta acción logró obtener información valiosa sobre su comportamiento en pareja y con las crías.
«Podemos observar cientos de nidos, los mecanismos más íntimos de la incubación de los huevos y la alimentación de los pichones. El detalle de los conflictos que se dan con otras especies, mamíferos incluidos, que les disputan los nidos para abrigo o también para reproducción. Además, el vínculo con los predadores que los acechan. Vemos que los patrones de conducta son los mismos, sean los nidos naturales o artificiales», explicó.
El avance del desmonte y de la frontera agrícola son parte del accionar humano que afecta a la reproducción de esta ave, por lo que el equipo de Guedes y los habitantes cercanos ya llevan colocados al menos 700 nidos.
Explicó en la cuarta reunión de Biología del Comportamiento del Cono Sur en la Universidad de Buenos Aires, que el Anodorhynchus hyacinthinus (guacamayo azul) pasó de la categoría de «peligro de extinción» a «vulnerable», en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).
«No tengo dudas de que el cambio de categoría se logró gracias a nuestro trabajo con los nidos y a las alianzas con fazendeiros y peones, porque yo sola con mi equipo no podría haber hecho mucho», dijo.
Agregó que «la sensibilización es central, y eso se logró en el Pantanal porque la gente protege a los araras azuis, a los rojos, a los tucanes, entiende la importancia de conservar la biodiversidad en su territorio».
La característica más extraordinaria del guacamayo azul, según comparte, es el cuidado «casi humano» que brinda a las crías, con pichones que permanecen junto a su padre y madre hasta el año y medio y una «fuerte monogamia», señaló la bióloga.
«Desde que hacemos estudios genéticos, jamás encontramos un polluelo concebido fuera de la pareja», agregó.
En un territorio de unas 400 mil hectáreas, con base en el Refugio Caimán, a tres horas de camino desde Campo Grande, el Instituto Arara Azul monitorea unos 300 nidos.