Nacer, crecer, reproducirse y morir… así define la biología a la vida, un concepto simplista que no estaría mal para un árbol, incapaz de moverse voluntariamente, pero que resulta extremadamente escueto si se habla del animal pensante: el ser humano.
Sin embargo, es indudable que este podría ser el resumen del imaginario colectivo de algunas generaciones, en las que se espera que una persona se case, y forme una familia, un hecho que aunque resulta absolutamente válido y loable como destino para quien así lo decida, transforma a la soltería en un desgraciado estigma, que puede generar un poco de lástima no manifiesta entre los más tradicionalistas.
Los tiempos están cambiando en muchos aspectos, y aunque aún existen personas que perciben el horror en el hecho de estar “solos”, muchos otros celebran la independencia y satisfacción que esto genera, especialmente un día como hoy 11 de noviembre, Día del Soltero.
El estigma social
“Es raro que seas tan linda y estés soltera” le han dicho tantas veces a Patricia en sus 39 años, que ya no se controla tanto como antes y suele soltar un sarcástico y demoledor: “soy terrible en la cama”, que deja al imprudente sin habla o en un ataque de risa nerviosa.
Esta situación la explica Bella DePaulo, autora de Singled Out: How Singles are Stereotyped, Stigmatized and Ignored, and Still Live Happily Ever After («Señalados: cómo los solteros son estereotipados, estigmatizados e ignorados, y aún así viven felices para siempre»), en una entrevista publicada en la BBC.
“La soltería alguna vez se consideró un período de transición, cuando las personas marcaban el tiempo hasta que se casaban o se volvían a casar”, dice la escritora, y resalta que en esta época la mayoría de los adultos estadounidenses pasan más tiempo solteros que casados.
En el mismo artículo, la investigadora señala que en 1970, “el 40% de los hogares estadounidenses estaba formado por parejas casadas y sus hijos, mientras que el 17% vivía solo y era soltero”, según datos extraídos del censo nacional de la época.
Sin embargo, en “2012 el 27% de los hogares estadounidenses estaban compuestos por solteros y solo el 20% eran conformados por padres e hijos” continúa explicando.
A pesar de esto, dicen los expertos, sigue existiendo la “vergüenza del soltero” un término que se usa para identificar a ese grupo de personas que insisten en señalar a los no casadas o convivientes, con frases que a veces están disfrazadas de empatía como “ya vas a conseguir a alguien”.
La psicoterapeuta Allison Abrams, también entrevistada por la BBC, aclara que esta situación puede traer consecuencia en algunas personas, que podrían derivar en depresión por el asedio social.
Sin embargo enfatiza en que este malestar se fundamentaría en datos falsos, ya que ni todos los solteros son solitarios y depresivos, ni todos los casos viven una vida feliz en una casa perfecta, con niños hermosos y un golden retriever.
La mujer se lleva la peor parte
Ser “soltero codiciado” no es ni cerca a ser “solterona”, un término despectivo de la edad media, utilizado para definir a las mujeres que hilaban lana profesionalmente, quienes generalmente no estaban casadas. La sociedad ve con peores ojos una dama que viva sola… y si no tiene hijos, es aún peor.
“Sí existe un estigma en relación a la soltería, en especial cuando eres mujer. La gente suele decir cosas como ‘tan linda y sola, debes ser bien complicada’, porque el latino es así pues, no se guarda nada, y le cuesta creer que no vivir con una pareja, o no casarme, ha sido enteramente mi decisión” insistió Patricia.
La columnista María López Villodres aseguró en un artículo publicado en el diario El País de España, que “esa máxima tradicional de estatus para una mujer (casada y con hijos), a la que en décadas recientes se le ha sumado la de la mujer profesional exitosa -fomentando la idea de la (insostenible) superwoman que defiende, entre otros, Díaz Ayuso-, nada a contracorriente de una tendencia cada vez más amplia: la reivindicación de mujeres solas, solteras, no madres que quieren seguir siéndolo libres de juicio y dificultades añadidas”.
Sin embargo, para DePaulo los hombres no están exentos de juicio, y en un momento de su vida (quizás con un poco más de años que las mujeres) suelen ser señalados como “irresponsables u obsesionados con el sexo”, si han decidido estacionarse en el estatus de soltero.
“Mi mamá por ejemplo me dice ¿cuándo te vas a casar y darme nietos? Pero a mí eso no me interesa, no me voy a casar por complacer a nadie, y no quiero tener hijos, no está en mis planes” dice Ariel de 42 años, quien confiesa que nunca ha convivido largo tiempo con una pareja.
Tanto Ariel como Patricia consideran que la soltería es el mejor estado civil, y aunque ella tiene una pareja estable y un hijo de una relación anterior, no quiere dar un paso hacia la convivencia: “yo no tengo ningún problema con la soledad. Yo me agrado a mi misma, y sigo descubriendo quién soy, no necesito a ningún hombre ‘que me represente’ como decía mi abuela” sentencia.
Ambos valoran la libertad que tienen en la organización de sus agendas, la posibilidad de tomar decisiones sin necesidad de compartirlas con nadie más, y la independencia económica que dicen les ha dado no tener una familia numerosa, o responsabilidades financieras con terceros.
Al final es cuestión de perspectiva, y de respeto a las decisiones individuales: “Hay parejas hermosas, yo lo sé, tampoco soy el grinch del amor, solo siento que esa vida no es para mí. Amo la libertad y el placer de transitar el camino sin cadenas… solo con alas. Estoy enamorada de eso” dice Patricia, despojada de todos los prejuicios que le insisten en recordar.