A finales del siglo XIX, Oscar Wilde gozaba de un gran éxito como escritor, mientras se publicaba una de sus obras maestras llamada “la importancia de llamarse Ernesto”; fama que disfrutó hasta hacerse pública una carta de parte del marqués de Queenberry, John Douglas , que derribó su imagen de hombre de familia y padre abnegado.
En el documento, se le acusa de sodomita, lo que causó la destrucción completa de su reputación, en una época llena de prejuicios. John Douglas no solo contaba con el cargo apropiado para hacer esa acusación, sino que era el padre del amante de Wilde, Alfred Douglas, con quien mantenía una vida secreta.
“Para Oscar Wilde. Que alardea de sodomita” fue el título de la carta que dejó el marqués en el club más frecuentado por el escritor. Wilde no lo pensó dos veces y denunció a Douglas por difamación. No obstante, durante el juicio quedó en descubierto su homosexualidad.
Todo el litigio fue un auténtico desfile de jóvenes llevados por el marqués para testificar contra Wilde. Cuando le preguntaron por su preferencia por la gente joven, el crítico literario solo se encogió de hombros y afirmó ser “amante de la juventud”.
Wilde fue sometido a un intenso interrogatorio por parte de los abogados del marqués, y aunque trató de salir victorioso con su habilidad con la oratoria y negó todas las acusaciones, el jurado lo encontró culpable y lo acusó de sodomía y grave indecencia; por esta razón fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzados.
Durante su presidio, Wilde sufrió las terribles experiencias de las cárceles victorianas, como la insuficiente ración de alimentos o el aislamiento total que le impidió tener contacto con algún otro recluso. Perdió varios kilos, incluso un día se desmayó, lo que le provocó un fuerte golpe en el oído derecho. Después de esa caída, fue trasladado en dos oportunidades a otras cárceles en las que su situación mejoró, pues recibía libros y material para escribir. Gracias a eso, escribió una extensa carta al Marqués llamada “En Profundis” una de sus mejores obras en prosa.
Al cumplir su condena salió en libertad. Desde el exilio escribió “la balada de la prisión de Reading” una forma de denunciar los terrores vividos en su época de presidiario. El escrito fue un éxito, pero también fue su última obra ya que se sintió incapaz de escribir comedias nuevamente.
Wilde se reencontró con su amante en Nápoles, aunque solo duraron juntos otros tres meses. Su esposa le prohibió visitar a sus hijos y poco a poco el escritor fue quedándose solo hasta que una meningitis acabó con su vida mientras se encontraba en el exilio en noviembre de 1900.
“No tengo dudas de que ganaremos. Pero el camino será largo y lleno de monstruosos martirios”, fue la última frase reconocida antes de morir