En la cultura occidental, la muerte es usualmente representada con un negro absoluto, y sufrimiento profundo. Un concepto polémico que muchos eluden para “no atraerla”, y que se rodea de una serie de mitos y leyendas de espantos, que transcurren entre lobos feroces, oces enormes, túnicas, y calaveras.
El nivel de terror es tal, que la web Psychology Today asegura que el fin de la vida se ubica en el número uno de los miedos de la raza humana, por encima de la soledad, la pérdida de la autonomía, la posibilidad de mutilación y los daños y perjuicios al ego.
El ser humano ha buscado con tal vehemencia escapar de un destino hasta ahora inevitable, que han surgido leyendas como la supuesta criogenización de Walt Disney después de morir de cáncer de pulmón. Luego se supo que no era cierto, pero el rumor, como muchos de nosotros, se niega a fallecer.
En 1964, Robert Ettinger, un respetado científico norteamericano, publicó un libro llamado “The prospect of inmortality”, en el que planteó precisamente eso, congelar cuerpos para después “despertarlos de la muerte”, algo que aclaraba no se había logrado, pero insistía en que podría ser un hecho con los avances tecnológicos… en 2023, casi 60 años después, sigue siendo ciencia ficción.
Lo único cierto es que despedirse del mundo es inevitable, y aunque a muchas personas les llega “de golpe”, existen otras que pueden vivir el proceso. Es precisamente allí que surge una rama médica relativamente nueva conocida como cuidados paliativos, en la que se mezcla la ciencia con un sentido profundo de la vida, para acompañar a las personas en el camino de la muerte.
Nada es más natural que la muerte
Recientemente se anunció que el ex presidente estadounidense Jimmy Carter, había decidido pasar sus últimos días en casa con su familia, apoyado de cuidados paliativos, un destino que también habría escogido la reina Isabel II -pero con mucha menos apertura pública-, y el actor Bruce Willis, quien padece de afasia y demencia frontotemporal.
“Existe el ‘morimiento’, no la muerte. Nacer es un verbo, no es un sujeto, morir es un proceso igual que el nacimiento. Irse de este mundo es sumergirse de nuevo a de dónde hemos venido, hay un proceso de morir pero no hay muerte como tal” explica el doctor Enric Benito, reconocido oncólogo y paliativista español.
Para el especialista, en estos casos lo primero es derribar los mitos en torno a la muerte, lo que requiere que el paciente pase por un proceso similar al del duelo, y puede transformarlo en una oportunidad de alcanzar la plenitud, independientemente de creencias, cultura, o cualquier bagaje que se haya acumulado a lo largo de la vida.
Explica que el proceso de acompañamiento generalmente se hace con un conjunto de profesionales en el área de la medicina y la psicología, e involucra no solo a la persona que está por partir, sino a sus acompañantes más cercanos.
Benito enfatiza que fuera de los cuidados médicos que se requieran para aliviar dolor (si lo hay), los paliativistas lo primero que deben hacer es guiar a la persona en la elaboración de un llamado “mapa de conciencia”, que no tiene nombre y que muchos, dependiendo de sus propias creencias, llaman Espíritu Santo, Dios, Energía Cósmica, Pacha Mama, Alá o cualquier otro sustantivo.
Subraya el médico que es esto lo que va a servir para transitar las etapas del camino de la muerte que han identificado en cuidados paliativos en el siguiente orden: primero el caos, luego la lucha, seguido de resistencia que pasa a aceptación, para continuar con entrega, traspaso del umbral y finalmente trascendencia.
Desmitificando el miedo a la muerte
“Lo más sorprendente de estudiar medicina fue la ausencia de cualquier discusión o enseñanza o aprendizaje sobre el único hecho que todos y cada uno de nosotros vamos a experimentar: todos vamos a morir, pero no se habla de ello” dice Rachel Clarke, reconocida paliativista inglesa y autora del libro “Querida vida: la historia de amor y pérdida de una médica”, entrevistada por la BBC de Londres.
Con esta idea coincide Benito, quien considera que el miedo se fundamenta en una concepción de sufrimiento y dolor que no está del todo clara, y en una representación desacertada de ese último adiós.
“El cuerpo duele, la persona sufre, no es lo mismo. El dolor se puede controlar con fármacos, no se preocupen por el dolor. En el mundo en este momento desarrollado, la gente muere muy mal porque tratamos la muerte como que fuese una enfermedad” detalla el español, quien insiste en que se pueden encontrar respuestas y mucha belleza en la despedida.
Para el oncólogo el simple hecho de la percepción de la muerte como una tragedia irreparable, fortalece el temor a un destino al que todos están sentenciados, o como diría el escritor argentino Jorge Luis Borges citado por Benito, “una costumbre que tiene la gente”.
Cuidados paliativos, una rama médica para nada oscura
Leer o escuchar hablar al personal que trabaja en cuidados paliativos, es una experiencia que bien podría parecer una mezcla entre ciencia y crecimiento personal trascendental, en una discusión que debió darse incluso antes de hablar de muerte.
La palabra desahuciado suena a desesperanza, pero gracias a la pasión de los especialistas en el tema, se puede remover el polvo de lo negativo, y transformar la conversación tan natural como el mismo fin de la vida.
“La gente cree que los hospitales para enfermos terminales son lugares oscuros, grises y deprimentes donde todo es lóbrego y marcado por el duelo, la pérdida y la angustia. Pero en muchos casos, lo más sorprendente de un hospital de cuidados paliativos es, paradójicamente, cuánta luz, risas, vida y alegría puede haber en ellos” detalla Clarke.
Para Benito, la enfermedad no tiene importancia, sino el acompañamiento. Puntualiza que el cuidado paliativo es tanto para el paciente como para la familia “que va a hacer un viaje que es una despedida”, en el que se van desmoronando una serie de cosas: “la muerte es un proceso espiritual, no es un proceso biológico” insiste.
Los cuidados paliativos y la eutansia no son rivales
Al defender el proceso de la muerte, y al adentrarse inevitablemente en las profundidades físicas, psicológicas y espirituales que esta implica, se podría decir que los cuidados paliativos son los rivales absolutos de la eutanasia, Benito es enfático en aclarar que no.
Aunque reconoce que en España, donde es legal la muerte asistida, ayudó a varios enfermos terminales, consideró que en miles de casos, solo tres la han requerido, el resto hace de su muerte un camino.
“No hay evidencia de que al morir se acabe el sufrimiento, no me tiembla para hacer eso (la eutanasia) pero no es la prioridad” dijo el médico, y dijo que no se puede construir una casa si se comienza por el techo.
Considera que muchas personas insisten en que están preparadas para morir pero no lo están, por lo que cree que a la ley de Eutanasia hay que acompañarla con una ley de cuidados paliativos, rama de la medicina que no es nada económica por su caracter integral.
El buen morir depende del buen vivir
“Mucha gente, cuando es diagnosticada con una enfermedad terminal, descubre en su interior fortalezas y una capacidad de resistencia profunda que probablemente no sabía que tenía. Lo mismo pasa con sus familias. Veo coraje, valentía, y dignidad… Y un amor y una compasión infinita «, detalla Clarke para la BBC.
Benito por su parte va un poco más allá, e insiste en que la manera de morir depende mucho de cómo se ha vivido, y resaltó que la paz se alcanza cuando la persona considera que no tiene cuentas pendientes: “ni debe, ni le deben nada”.
Para ambos es importante que la familia se involucre en el proceso, que también sirve para cerrar ciclos a los que quedan en este plano, así como saldar cuentas pendientes si las hay: “los hijos o familiares muy cercanos que se han negado a transitar el camino de la muerte de sus allegados, no saben lo que se han perdido” expresa convencido.
La doctora inglesa lo sabe con mucha más precisión. Durante su trabajo como paliativista, transitó la muerte de su propio padre, un también reconocido médico británico. El viaje lo hizo tratando de aplicar todo lo aprendido, pero con el dolor a cuestas.
“Tenía 75 años y lo aceptó sin quejarse. Se preparó para llenar los últimos meses, semanas, días de su vida con todas esas experiencias sencillas y pequeñas que, en el fondo, todos sabemos que son lo que más nos importa” comenta la mujer, quien es un poco más práctica al abordar el tema.
Le dijo a la BBC que sus últimas semanas su padre las pasó viajando 1.000 kilómetros en carretera para observar las montañas de Escocia en las que practicaba montañismo, yendo a conciertos de música clásica en el Royal Albert Hall de Londres, y sobre todo rodeado del amor de los suyos, quienes literalmente nunca le soltaron la mano en sus últimos cinco días de existencia.
La muerte es una de las pocas cosas en el mundo que trasciende creencias, culturas, religiones e ideas. Es el más democrático y seguro de los designios.
No estaría mal escuchar con atención lo que dice la muerte sobre la vida y subirle el volumen a la música, dejar de posponer el viaje que no se hizo, perdonar y perdonarse, mirar una puesta de sol, abrazar a quien se quiere, y buscar la inagotable belleza en lo simple. Bien lo dijo el filósofo Francis Bacon: “He meditado a menudo sobre la muerte y encuentro que es el menor de todos los males”.