A raíz de la presentación del puertoriqueño Bad Bunny en los Premios MTV nuevamente las redes explotan en torno a su música: mientras que para unos, es sencillamente horrorosa; para otros, su lírica es poesía callejera.
Convengamos que el arte es entendido generalmente como cualquier actividad o producto realizado por el ser humano con una finalidad estética o comunicativa y expresa ideas, emociones o, en general, una visión del mundo, mediante diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos, sonoros o mixtos.
Resulta que Benito Antonio Martínez Ocasio -nombre real del artista- interpreta un género contemporáneo, el reggaetón, que domina las listas de ventas en este lado del planeta y se erige como el rizoma del mainstream.
Pero ojo, con Bad Bunny la canción hispana ha ganado un nuevo tipo de legitimación dentro del mercado estadounidense aunque hasta el momento, y a diferencia de Shakira o Ricky Martin, no ha realizado el crossover al inglés.
Así, por ejemplo, ha ganado en los American Music Awards, los Grammy y ha alcanzado la posición número uno de la lista Billboard 200.
Por eso se habla de este intérprete y compositor paralelamente en la masa joven acrítica (como se le clasifica comúnmente) y en los círculos músico-intelectuales quienes no sólo señalan sus franjas rítmico entonativas y su nivel morfosintáctico, sino además su impronta machista/sexista/misógina.
El fenómeno particular de Bad Bunny, lejos de plantear una ruptura, no hace sino remarcar la tendencia actual: la música no es sólo y principalmente un arte sino que está hecha para el entretenimiento.
No es un dato menor que esta división conceptual entre arte y entretenimiento se exponenció cuando los mecanismos del mercado se activaron y dieron paso a los fenómenos mass mediáticos con sus complejidades simbólicas y sus sutilezas sociológicas.
Sin embargo, los críticos lo señalan de usar plantillas estandarizadas para producir música en serie y de abusar del llamado autotune, el famoso programa que robotiza la voz y disimula el desafino.
Del fonógrafo a Spotify
Bad Bunny hace música comercial: no hay duda de eso. Entonces como su objetivo es vender, se rige bajo las leyes de un mercado que generalmente busca fórmulas y donde impera el copy-paste.
Pero a diferencia de muchos otros reguetoneros, el conejito malo escribe sus propias canciones.
De hecho, la Sociedad Americana de Compositores, Autores y Editores (ASCAP) lo premió en 2019 como “compositor del año”.
Su éxito es tal que no solo se coronó como el artista más escuchado a nivel global en Spotify con 9.100 millones de reproducciones sino que además su gira lleva más de 120 millones de dólares facturados y es la más rentable en todo el 2022.
Mientras tanto, ColdPlay lleva “solo” 40 millones.
¿Ya dijimos que cuenta con más de 30 millones de seguidores en Instagram? Bueno, sí.
El prolífico cantante urbano -que produce por lo menos dos álbumes al año- se dio a conocer mundialmente cuando cantó en 2020 en el Espectáculo de medio tiempo del Super Bowl LIV junto a Shakira.
De allí para acá, ha hecho colaboraciones con muchos artistas de moda: Ozuna, Nicky Jam, Cardi B, Drake o Jennifer López. Y no es todo.
Reguetonero Star
Ha tenido apariciones en el show de Jimmy Fallon, en las portadas de The New York Times Magazine, la revista Rolling Stone y la que pareciera es más representativa de su figura: Playboy.
El 7 de julio de 2020 fue imagen de portada de la revista del desaparecido Hugh Hefner.
Claro, en los sesenta y seis años de la publicación, Playboy ya había mostrado con anterioridad en su portada a otros diez hombres, aunque a diferencia de ellos, Benito aparece sin acompañante femenina.
Nuevo “modelo” de masculinidad.
Como influencer lleva ya un buen tiempo marcando tendencias en cuanto al modo de vestir y rompiendo con los estereotipos del género masculino: se pinta las uñas, usa ropa rosada, prendas de vestir “de mujer” y se maquilla.
Otro dato importante es que defiende los derechos de la comunidad LGTBQ+.
En The Tonight Show apareció con un pulóver en el que se leía “Mataron a Alexa, no a un hombre con falda” a propósito del asesinato en Puerto Rico de una mujer trans género sin hogar.
Lo más reciente, fue poner su virilidad heterosexual masculina en duda.
Apenas ayer en los premios MTV, besó a un par de bailarines en medio de su actuación, un beso menos apasionado que el de Britney Spears , Madonna y Christina Aguilera en el 2003, valga decir.
Claro, hay que aclarar algo importante: muchas de sus letras son sexualmente despectivas pues objetualiza a las mujeres a pesar de que en algunos videos incluye modelos femeninas que se alejan del patrón estético hegemónico.
Es como un nuevo estándar machista que parece contradecirse en la forma, pero no en el fondo, porque no deja de ser también “otro macho alfa”.
También está presente en su arte la típica veneración al egoísmo, la auto exaltación, o la codificación del yo como mercancía.
¿Artista o Fake millenial?
Sin lugar a dudas, él y su equipo –o viceversa- son unos genios del marketing y en menos de cinco años han logrado influir de modo determinante en algunos sectores de la cultura popular de este lado del globo.
Definitivamente es un buen showman: “yo no soy músico. Un músico es quien toca un instrumento. Yo soy un artista que ve las cosas de forma diferente”, le gusta decir al boricua.
Entonces, ¿la música popular actual se debe disfrutar desde la racionalidad o desde la intuición?
¿Es necesario que un artista use su expresión para hacer despertar a la gente y mostrar que los están manipulando a través de la llamada cultura de masas?
Usted tiene la última palabra.