Revlon, la multinacional de productos cosméticos de 90 años en el mercado, se declaró en bancarrota, agobiada por las deudas y la dura competencia de nuevas marcas impulsadas por celebridades.
La empresa se acogió al Capítulo 11 de Protección contra la bancarrota para reorganizar sus finanzas, afectadas por restricciones de liquidez por las interrupciones en su red de suministros de insumos y el aumento vertiginoso de sus costos, agravados por la pandemia de Covid 19.
Revlon presentó ante el Tribunal de Quiebras del Distrito Sur de Nueva York una lista de activos y pasivos de entre 1.000 y 10.000 millones de dólares, mientras espera recibir préstamos por 575 millones de dólares de sus prestamistas existentes para mantener en marcha sus operaciones diarias.
En los últimos años, la empresa con sede en Nueva York perdió espacio en los estantes y en las ventas frente a las startups (empresas emergentes) respaldadas por celebridades como Kylie Jenner's Kylie Cosmetics y Rihanna's Fenty Beauty.
El gigante de los cosméticos no tuvo capacidad de respuesta inmediata para satisfacer la demanda de productos de cuidado de la piel, que son los de mayor consumo. De hecho, sus ventas netas en 2021 descendieron 22% respecto a sus niveles de 2017, en medio de una fuerte competencia.
Revlon, controlado por MacAndrews & Forbes, del multimillonario Ron Perelman, y dirigido ahora por su hija Debra, tenía una deuda a largo plazo de 3.310 millones de dólares al 31 de marzo de este año.
La empresa fue fundada en 1932 por los hermanos Charles y Joseph Revson y Charles Lachman. Fue vendida a MacAndrews & Forbes en 1985 y salió a cotizarr en la bolsa 11 años después, en 1996.
En 2016, la compañía compró Elizabeth Arden en una operación de 870 millones de dólares para fortalecer su negocio de cuidado de la piel. Dentro de su catálogo, alberga varias marcas, como Almay, Britney Spears Fragrances y Christina Aguilera Fragrances, entre otras marcas.
Revlon fue noticia hace dos años cuando Citigroup Inc envió accidentalmente casi 900 millones de dólares de su propio dinero a los prestamistas de la empresa, en lugar de un pequeño pago de intereses. Un juez federal estadounidense dictaminó que el banco no podía recuperar el dinero.