La fulminante autobiografía del Duque de Sussex, Harry, repleta de acusaciones de una relación tóxica entre la monarquía y la prensa, podría significar un cambio de normativas o transparencia para el Palacio de Buckingham.
Miembros de la realeza que filtran información negativa sobre otros miembros de la familia a cambio de su rostro en primera plana junto a una nota positiva es solo una de las tantas acusaciones que Harry despliega en su libro ‘’Spare’’, el cual fue publicado esta semana.
Con respecto a la filtración de información desfavorecedora, el Duque se refirió principalmente a la esposa del Rey Carlos III, Camila, al acusarla de entregar a la prensa conversaciones privadas entre la familia real para embellecer su imagen públicas tras su largo y prohibido amorío con Carlos cuando éste era heredero al trono.
‘’Spare’’ deja la impresión de una monarquía británica disfuncional, en la que sus miembros se preocupan demasiado por los medios sensacionalistas que se ven en la ‘’obligación’’ de estrechar manos por debajo de la mesa con algunos periodistas.
La cobertura de noticias de la familia se divide en dos partes: presentaciones públicas fríamente orquestadas o por el contrario, historias caóticas sobre la vida privada de la realeza. Sin embargo, un cambio podría estar tocando las puertas del palacio.
Ahora, la historia del colonialismo está siendo exhaustivamente en todo el mundo, por lo que detractores de la corona han destruido estatuas en algunas ciudades británicas y universidades internacionalmente respetadas como Oxford y Cambridge. Todo se reduce a un motivo: una institución que alguna vez fue el símbolo del Imperio Británico está enfrentando un escrutinio público nunca antes visto.
Carlos, quien se convirtió en Rey tras la muerte de su madre, la Reina Isabel II en septiembre, enfrenta el gran desafío de modernizar a la monarquía británica con 1.000 años de antigüedad, para asegurar un par de años más, su supervivencia. De hecho, ya anunció que planea reducir el número de miembros de la realeza que trabajan y bajar costos de la monarquía.
En este sentido, la familia real deberá cambiar la forma en la que negocian con la prensa, por lo que se prevé que el palacio se vea en la obligación a ser más transparente, quizás en una forma similar a otras instituciones como la Casa Blanca o la oficina del primer ministro británico en el número 10 de Downing Street.
Estos cambios tuvieron que ocurrir hace unos años pero se retrasó por un factor clave e importante en la saga monárquica: Isabel II.
Quien fuese reina durante 70 años, dificultó que el papel de la monarquía en la sociedad británica fuese debatido durante el mandato, pero, ahora que no está, la familia real se enfrenta a cientos de incógnitas sobre su relevancia en una nación moderna y multicultural, la cual luce y piensa muy distinto a cuando la monarca ascendió al trono en 1952.
Inclusive, en el mundo de Isabel, el tipo de picantes revelaciones personales en el libro de Harry habrían sido impensables. Un texto en el que Harry relata sus trastornos depresivos tras el accidente automovilístico de su madre, un altercado físico con su hermano mayor, cómo perdió la virginidad e inclusive la revelación de haber consumido cocaína y cannabis en su adolescencia.
Harry hizo todo lo contrario a la difunta reina y al Palacio de Buckingham que suelen responder a las crisis y los señalamientos con el silencio.
Esto ha permitido que Harry domine los titulares de prensa y se posicione en los primeros números de tendencia mientras se pasea en la televisión estadounidense con declaraciones y entrevistas que develan los trapos sucios de Windsor.
El libro de Harry logró vender un millón y medio de ejemplares en su primer día.